(Ensayo publicado en el libro "Vericuetos XXI: Los nuestro en París", editado en marzo del 2007 en París por la Editorial franco-colombiana Vericuetos, dedicado a la importancia de la capital francesa en la vida y obra de Neruda y de otros "maestros" de la literatura latinoamericana como Gabriel García Márquez, Rubén Darío, Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Miguel Angel Asturias, César Vallejo...)
En una calle de París, rodeado por el inmenso ámbito de la cultura más universal y de la más extraordinaria y cosmopolita muchedumbre, Pablo se sintió solo.
Con el corazón apretado de angustia, añoraba la calidez de su Chile profundo, el Chile que lo vio nacer y morir. El Chile que le dio como arma una delicada pero a veces punzante pluma y un corazón
henchido de pasión para naufragar a gusto en el cálido puerto de sus amores.
La nostalgia le consumía el alma, pero su corazón que ya parecía agotado de tanto amar renacía con renovados latidos al tibio calor del recuerdo de los intensos momentos de pasión vividos junto al último amor clandestino de su vida, una jovencita divina, de onduladas blancas colinas, de brillante pelo negro, ojos de mirada azabache y "pezones como dos cifras separadas".
El poeta había sufrido y gozado en Chile del electrizante efecto del placer clandestino antes de emprender en París la que sería la última misión de su vida.
París, uno de los eslabones más importantes de su trayectoria poética, sentimental y diplomática, se constituyó en un puente vital de sus juveniles aventuras literarias que lo guiaban ya hacia la
consagración mundial.
París también fue puente importante de sus tímidos y sangrientos amores juveniles vividos en tierras más extrañas, cuando estaba en la búsqueda de aquélla mujer que acariciaba en las tinieblas de su pensamiento más profundo para amarla "como nadie supo jamás" amar.
Esa mujer tuvo varios nombres.
El poeta no era un hombre físicamente atractivo, pero sus poemas descifraban su gran riqueza emocional y le permitían enamorar con la facilidad que solo los poetas tienen.
"(...) soy o creo ser duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza, creciente de abdómen, largo de piernas, ancho de suelas, amarillo de tez, generoso en amores (...), inoxidable de
corazón...", confesaba en su propio poema-autoretrato.
Supo amar delicadamente, pero también supo sufrir e hizo sufrir
por amor.
En París, Neruda se llenó de gloria literaria y diplomática, pero al mismo tiempo estuvo huérfano de amores y de leyes que le cobijaran en diferentes etapas de su vida parisina.
Sol y sombras cubrieron su andar por el mundo.
- CLANDESTINO DE LINAJE POETICO -
Si en 1971 vivía en Francia un singular "exilio de amor", siendo Embajador de Chile y Premio Nobel de Literatura, en 1949 el vate había sufrido en París una no menos singular aventura de
sobrevivencia, habiéndose ocultado como un vulgar prófugo en el corazón mismo de la capital de la democracia y de las libertades.
Había llegado a París como un simple clandestino en abril de 1949.
Después de haberse desempeñado como Cónsul en Rangún (Birmania), Colombo (Sri Lanka), Batavia, (Java), Singapur, Buenos Aires, Barcelona y... París, donde en 1939 se ocupó de rescatar a
2.500 españoles de campos y prisiones de Francia para embarcarlos a bordo del "Winnipeg" en el puerto de Trompeloup y otorgarles refugio en Chile.
Y no se trataba de un clandestino común.
Era un clandestino de fino linaje poético. Un poeta con vasta experiencia diplomática. Un Senador despojado de su inmunidad por defender a viva voz las libertades y la democracia.
En 1949, Neruda había ingresado a Francia nada menos que con la identidad y el pasaporte de su amigo Miguel Angel Asturias, el gran escritor guatemalteco que también siendo embajador en París
recibiría en 1967 el prestigioso Premio Nobel.
Ese París de su clandestinidad fue tan sólo una escala más en una Ciudad-Luz que había visitado por vez primera en 1927, cuando recién cumplía 23 años y gozaba ya de sus primeros cuatro añitos de gloria poética con la profundidad de su "Crepusculario" y, sobre todo, con sus románticos y desgarradores "Veinte poemas de amor y una canción desesperada".
Pablo vivió en un exilio casi permanente, en medio de tempestuosos mares políticos y delicados amores, muchos de ellos amores prohibidos, clandestinos, arrebatados al destino. Su vida estuvo azotada por las agitadas corrientes y espesas olas del océano terrenal de las pasiones.
Sus poemas juveniles, en particular el "Poema 20", dibujan en su temprana edad las ardientes cenizas que el fuego de las pasiones reales o imaginarias, de los amores furtivos o platónicos, deja como penosa herencia en un delicado corazón juvenil.
De su clandestinidad política, Pablo nunca olvidó las bondades de la escritora Francoise Giroud -futura Secretaria de Estado de la Condición Femenina y posterior Secretaria de Estado de la Cultura en el gobierno del presidente conservador Valéry Giscard D'Estaing-, que en los momentos más difíciles de esa dolorosa etapa lo acogió en su cálido departamento del Palais Royal.
Vivía en el corazón mismo del antaño París de abolengo de la rancia realeza, a un costado del Palacio-Museo del Louvre y no lejos de la Opera.
Tenía a Colette de vecina. Otra gran defensora de la dignidad femenina.
Neruda se había prometido "nunca olvidar" a Francoise Giroud, una "dama tan original e inteligente", que le tendió la mano en uno de los capítulos más delicados de su vida.
Al mismo tiempo, Aragón y Paul Eluard ayudaban... "con los papeles", en la búsqueda de una presencia legal en París para el indocumentado poeta chileno.
"El arreglo de mis papeles no fue tan sencillo (...) y mientras tanto, tenía que vivir en una situación semiclandestina", señala Neruda en sus memorias.
Tampoco, Neruda nunca olvidó el gesto invalorable de su amigo Miguel Angel Asturias, que en Buenos Aires le había "prestado" su propio pasaporte alentándolo a huir de su clandestinidad argentina para alejarse de sus perseguidores chilenos que lo acosaban y poder hundirse como un impostor en el corazón de París.
Pablo era víctima de una persecusión sin cuartel lanzada contra los comunistas chilenos por el entonces presidente de su país, Gabriel González Videla, que con su gesto hacía méritos ante la Casa
Blanca, porque según él Chile debía "cooperar con su poderoso vecino Estados Unidos" ante una "inminente guerra" soviético-norteamericana.
El "pecado" del entonces Senador Neruda, antes de ingresar a la clandestinidad, fue haber publicado (el 27 de noviembre de 1947, en el diario El Nacional, de Caracas) un documento político ("Carta íntima para millones de hombres") en el que fustigaba las nefastas acciones anti-democráticas del presidente González Videla.
El contenido del documento lo llevó directo al camino hacia la clandestinidad.
González Videla inició sin pérdida de tiempo un verdadero "juicio" político contra Neruda, pidiendo ante la justicia chilena -al día siguiente de la publicación del documento- el desafuero del
Senador Neruda. Pero el poeta se resistió y provocó nuevamente la ira del Presidente al lanzar en el Senado (el 6 de enero de 1948) un "Yo acuso" contra el mandatario, recordando la requisitoria en el
sonado "Caso Dreyfus", al más puro estilo de Emile Zolá.
Sin titubeos, el poeta-senador afirmaba que "en Chile se persigue porque se dice la verdad" y, por tanto -agregaba-, "en el país no hay libertad de palabra ni se vive libre de temor".
"Los que sostienen que criticar al presidente es volverse contra la Patria, tienen una triste idea de la Patria", afirmaba.
Neruda se autosentenciaba al exilio con sus propias palabras.
Conocía muy bien a un Presidente que había traicionado políticamente a los comunistas, por cuya campaña habían trabajado, al expulsar de su Gobierno sin razones convincentes a los tres ministros comunistas de su gabinete, marcando así el comienzo de una cruenta persecusión.
El propio poeta-senador denunciaba que en la víspera de su discurso se intentó quemar su casa y que su teléfono estaba interceptado por el Gobierno. Cuando denunciaba las maniobras presidenciales, la justicia había ya concedido en primera instancia su desafuero, y al ser confirmado el fallo por la Corte Suprema, Neruda ya era un perseguido político, un prófugo, un clandestino.
"Se busca a Neruda por todo el país", titulaban los diarios chilenos del 5 de febrero de 1948.
El "caso Neruda" se expandió como un reguero de pólvora por el mundo intelectual provocando, incluso, el único discurso político que jamás pronunció a lo largo de su vida el también ilustre pintor
comunista Pablo Picasso.
En Wroclaw, Polonia, hablando ante el Congreso Mundial de Intelectuales, Picasso salió en defensa de su amigo, un cálido día de Julio de 1948, cuando Neruda estaba viviendo clandestinamente, pasando de encondrijo en encondrijo.
"Mi amigo Neruda está actualmente acorralado como un perro y nadie sabe ni siquiera dónde se encuentra", denunciaba Picasso antes de obtener del Congreso una resolución de apoyo al poeta, documento que además denunciaba los "métodos policiales de los gobiernos fascistas que se atreven a atacar a uno de los más eminentes representantes de la cultura".
Para Picasso, Pablo Neruda era "uno de los más grandes poetas del mundo" y un hombre "que siempre ha tomado el partido de los hombres desgraciados, de los que piden justicia y combaten por
ella".
En medio de la persecusión de la jauría policial que acechaba a Neruda, el Partido Comunista chileno decidió en Santiago que el poeta debía abandonar el país para denunciar por el mundo las
injusticias del Chile de González Videla.
Así llegó a París, tras una turbulenta escala clandestina en Argentina, dónde se hizo pasar por empresario maderero en busca de "buenos negocios".
Viajó a Francia no sin antes "cambiar" su identidad, pues los papeles falsos que le sirvieron para cruzar las montañosas fronteras chileno-argentinas a lomo de burro o de caballo ya no le servirían
para cruzar el Atllántico, llegar a París y viajar por Europa.
Era tal su parecido a Asturias, que al llegar a París todo el mundo lo llamaba... "Don Miguel Angel".
"Crucé el ancho río que separa la Argentina del Uruguay, entré a Montevideo, atravesé aeropuertos y vigilancias policiales y llegué finalmente a París disfrazado de gran novelista guatemalteco",
relata el propio Neruda en sus "Memorias" confesadas.
"De mutuo acuerdo nos habíamos clasificados como 'Chompipes', palabra indígena con que se designa a los pavos en Guatemala y parte de México. Largos de nariz, opulentos de cara y cuerpo, nos unía un común parecido con el suculento gallináceo", confiesa Neruda.
- "Préstame tu pasaporte. Concédeme el honor de llegar a Europa transformado en Miguel Angel Asturias", le había dicho Pablo a Don Miguel Angel, aprovechando su parecido físico.
El escritor guatemalteco había aceptado con la única condición de que al llegar a París Pablo destruyera el pasaporte del delito. Así lo hizo, pero algunos días más tarde.
Pero, una vez en París, fue otro el problema del poeta chileno: recuperar su propia identidad. Sobre todo, porque oficialmente Pablo Neruda nunca había llegado a Francia.
"Mi flamante pasaporte no resistiría el implacable examen crítico de la Sureté. Forzosamente tenía que dejar de ser Miguel Angel Asturias", señala Neruda, pero ¿cómo hacerlo sin provocar
sospechas?.
Sus consejeros le obligaron, como primera medida, a hospedarse en el lujoso Hotel George V, a escasos metros de la Avenida des Champs Elysées, la vía más famosa e iluminada del mundo.
En medio de tanta elegancia, nadie sospecharía del ilustre clandestino despojado de su identidad.
Allí intervendrían Aragón, Paul Eluard y también Picasso.
Varios días estuvo "refugiado" en el Hotel George V, donde una mañana apareció Picasso, "tan grande de genio como de bondad" -dice Neruda-, para acelerar la tramitación de los "papeles".
"(...) el genial minotauro de la pintura moderna se preocupaba de mi situación en sus detalles mas íntimos. Hablaba con las autoridades, telefoneaba a medio mundo. Yo sentía en el alma hacerle perder su tiempo sagrado", recuerda el vate.
¿Cuántas obras maestras habrá dejado de pintar Picasso por culpa de Neruda?.
En medio de la confusión, el gobierno chileno lanzaba más leña al fuego de la persecusión: desde Santiago se catalogaba de "falsa" la noticia de que Neruda estaba en París, y se afirmaba que el
personaje en cuestión era un "doble" de Neruda.
El vate no perdió tiempo para lanzar su réplica, pidiendo a un periodista que lo interrogaba decir que él no era el poeta Pablo Neruda, "sino otro chileno que escribe poesía, lucha por la libertad
y se llama también Pablo Neruda".
En esos mismos días, Neruda asistió en París a un Congreso Mundial de la Paz y tras ser ovacionado por los delegados leyó uno de sus poemas.
Muchos de estos delegados ya lo creían muerto.
El poeta "recuperaba" su nombre, su identidad, y pronto ya tenía papeles oficiales. Pero el gobierno chileno no le quería ver libre en Francia ni en ningún otro país. El vate era hostilizado, a
petición de las autoridades chilenas, por donde pasaba.
Incluso, en la Cancillería francesa existía un informe sobre los pasos que en esos tiempos daban los Neruda en Francia:
"Neruda y su mujer, Delia del Carril, hacen frecuentes viajes a España, llevando y trayendo instrucciones soviéticas. Las instrucciones las reciben del escritor ruso Ilya Ehrenburg con el que también Neruda hace viajes clandestinos a España. Neruda, para establecer un contacto más privado con Ehrenbug, ha alquilado y se ha ido a vivir a un departamento situado en el mismo edificio que
habita el escritor soviético".
Para Neruda, este informe contenía "una sarta de disparates" y con el se pretendía justificar su eventual expulsión de Francia.
El poeta chileno vivía entonces muy lejos del escritor ruso y, lo peor de todo, es que él no conocia aún a Ehrenburg. Lo conoció muchos días después en "La Coupole", tradicional centro neurálgico de la bohemia literaria de la época que ambos frecuentaban, para anidar una amistad que se prolongó hasta la muerte.
Pablo nunca fue expulsado de Francia.
Y nunca olvidó criticar al gobierno chileno por las humillaciones que le hacía pasar y por el escaso respeto que otorgaba a las libertades y a la democracia. Pero Neruda hizo sus críticas al gobierno de su país en una envoltura poética, esencialmente en su "Canto General", más particularmente en "El
Fugitivo", donde deja testimonio escrito de sus denuncias, así como en "Coral de año Nuevo para la Patria en tinieblas".
El poeta era más poeta que político y durante su clandestinidad viajaba cubierto por el lúgubre manto de la noche, sin dejar de alimentar su inspiración poética.
En su huella clandestina sudamericana quedaron hogares modestos y humildes trabajadores que muchas veces dejaron de comer o dormir por darle cobijo. Muchos de ellos ni le conocían.
Las "normas" de la clandestinidad le obligaban a cambiar permanentemente de refugio.
- PARIS Y EL LLANTO DEL POETA -
Pero el exilio obligado del poeta fue quizá menos prolongado que su exilio voluntario: aquel de la fuerza poética que lo llevó a navegar por mares tan profundos como su prosa y cruzar montañas tan
elevadas como su verso.
Aunque por simples momentos o por prolongadas y tediosas semanas su agonía interior por el amor lejano de sus últimos días frenaba en Francia su creación, su exilio literario fue muy productivo.
Pero, curiosamente, nunca le cantó a París como le cantó a Madrid, a Barcelona, a su "España en el corazón", a Temuco y a su Chile del alma. París y Madrid fueron para él dos polos diferentes que marcaron la rica extensión poética de su alma.
En España vivió al calor de grandes amistades literarias, revolviéndose entre las brasas del candente fuego de idilios y amores que enriquecieron su prosa y subrayaron su vida íntima. España fue el trampolín mundial de su consagración poética, de la mano de Rafael Alberti, Federico García Lorca y de otros grandes de esa generación de gigantes de las letras españolas que supieron condimentar amores, vinos, poesía y celebridad.
Vivió, sufrió y lloró con ellos lágrimas de sangre al ver el país pisoteado por la bota del Dictador, en una de las etapas más lúgubres de su andar por el mundo, tres años antes de preparar en París, en 1939 como Cónsul Especial de Chile, el traslado a Valparaíso de más de dos mil españoles refugiados en Francia.
El éxito de su acción diplomática le calmó su angustiada alma y le inspiró nuevos poemas.
A Francia volvía 32 años más tarde como flamante Embajador de Chile. Pero ese París de 1971 le reservaba otras penas y alegrías. Su producción poética fue ya más escasa.
Bajo su condición de diplomático lloraba el poeta. En este París de los años 70, Neruda sufrió la ausencia del resplandor de la última joya de su sagrado cofre de amores.
Su último idilio "clandestino" le estremecía el corazón, cuando la muerte ya le buscaba para llevar al infinito su delicada alma de poeta herido con la última y certera flecha de Cupido, el implacable
dios del amor.
El París que en 1949 lo recibió como poeta y que le dio refugio en el breve paréntesis de su clandestinidad era el mismo París que 22 años más tarde lo recibía como Embajador.
Ese París le brindaría -contrastando con su tristeza íntima por el amor lejano- la máxima alegría intelectual de su vida al recibir en esta tierra de poetas y grandes escritores la noticia de su
designación como Premio Nobel-1971.
Era el mismo París que dos años más tarde lo vio partir definitivamente de las fronteras del mundo para esperar el último aliento en su añorado Chile. Acudió sin temor a su última cita, convencido de que la muerte "es el paso menor de la vida".
París fue el último puente extranjero a su tierra y a los mares que le dieron fornidas raíces y ágiles alas para cruzar fronteras y volar sin rumbo por la vida y las pasiones.
Pablo Neruda amó a París como amó el amor. Estuvo más de 10 veces en la capital del amor y de la literatura, radicado por algunos años o simplemente de paso, porque a París se viene por un día o para siempre. Se le deja, se le dice adiós y se vuelve al enigma de sus calles como por arte de magia.
A Neruda siempre sus poemas le precedieron.
Su poema "Tentativa del hombre infinito" fue la primera obra nerudiana conocida en Francia. Un fragmento de este poema fue publicado en octubre de 1926 por la revista francesa "Favorables París Poema", un año antes de que el poeta tocara por primera vez suelo francés en su viaje hacia Rangún (Birmania) para hacerse cargo del Consulado de Chile.
Neruda tenía entonces 22 años. Pero hasta cuando la muerte lo amenazaba en París, ya bordeando los 70 años, Francia siempre lo recibió con su eterna lección de razón y belleza.
Paseó incansablemente por sus calles, interrogó a los libreros del Sena y les compró históricas y antiguas obras, conversó con los anticuarios y adquirió en sus tiendas otras joyas del pasado, bebió
en sus bares, cenó en sus tabernas y restaurantes de mayor fama
intelectual.
"La Coupole", en el corazón de Montparnasse, que en su juventud de bohemia lo recibió con su humeante calor intelectual en sus grandes salones de la "belle époque", lo recibiría también a sus 30,
40 , 50 y 60 años, habiéndose convertido en un "habitué" de este centro de tertulias literarias, de moda, cine y arte.
Pablo amaba París, ciudad que había conocido antes y después de la guerra mundial.
Había vivido en Europa antes del dominio de Hitler y también inmediatamente después.
Siempre estuvo unido a París. Fiel a los muelles del Sena, a sus libreros, a sus calles y cafés.
París fue una ciudad de reflexión para el poeta, pero dejó como una tarea pendiente el homenaje a la ciudad-trampolín de sus grandes ilusiones.
Amaba a París como un territorio vital, como un espacio donde se oponen los relieves y las bifurcaciones. Un espacio de infinitas representaciones. De múltiples signos. Donde el tiempo parece
suspendido en el arte de la creación permanente.
Aunque no fue la clave primordial de su inspiración poética, nadie puede negar el importante rol que París tuvo en la trayectoria de Neruda, que siempre supo apreciar la omnipresente calidad de vida
francesa.
Pero sí, París fue un centro esencial de sus publicaciones.
En 1960, Neruda anunciaba con orgullo desde Francia a sus amigos de Chile la publicación francesa de un poema suyo en "una edición de lujo", de solo 100 ejemplares, con ilustraciones de
Picasso, Dalí, del chileno Matta, del mexicano Siqueiro y de otros
grandes artistas del pincel.
También, en la capital francesa fue traducida antes que en ningún otro idioma su "Residencia en la Tierra", gracias a las primeras gestiones de Rafael Alberti que en 1929 había recibido los originales de la obra en España, enviados por el propio poeta chileno a través de su embajada en Madrid.
París, cuna de su magna creación epistolar amorosa, también fue cuna de decenas de cartas "oficiales" que en su calidad de embajador-amigo Neruda envió al Presidente socialista chileno
Salvador Allende (1970-73) y a sus camaradas del Partido Comunista de Chile.
Además, en París el poeta participó en 1937 en la organización de una caravana de intelectuales de varias nacionalidades que viajó en tren a España para el Congreso Escritores en Defensa de la
Cultura, realizado en Valencia, cuando la cultura y sus creadores eran pisoteados por los militares franquistas.
Neruda había estudiado en Chile para ganarse la vida como profesor de francés, pero el destino lo puso en la vía poética y se convirtió en uno de los pocos autores en lograr ganarse la
vida...escribiendo poemas de amor.
Tenía un particular atractivo por Francia, por Paris y por sus creadores intelectuales. Siempre en sus discursos o anécdotas recordaba la obra de algún autor francés.
Admiraba a Balzac, Baudelaire, Víctor Hugo, Guillaume Apollinaire y creía firmemente en las "profecías" de Rimbaud, a quien catalogaba de "vidente".
"Fuí el más abandonado de los poetas y mi poesía fue regional, dolorosa y lluviosa. Pero tuve siempre confianza en el hombre", decía Neruda al subrayar las "profecías" de Rimbaud sobre la
"ardiente paciencia" necesaria para entrar con éxito a "la espléndida ciudad" que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres.
París fue la última escala de su vida y una de las más importantes de un Pablo político, un Pablo diplomático, un Pablo poeta. Un Pablo amante.
Un Pablo Embajador convertido en Premio Nobel.
Al asumir el alto cargo diplomático en la capital de la cultura, Neruda se había dado cuenta rápidamente que tenía que pagar un pesado tributo por su "vanidad", pues como él mismo lo confiesa
en sus memorias, "había aceptado el puesto sin pensarlo mucho", dejándose ir "una vez más por el vaivén de la vida".
Ese "vaivén de la vida" se llamaba pecado de amor.

- AMO HASTA LA MUERTE -
Viajó a la muerte atado con firmeza a su último amor, pues según él mismo decía "un poeta nunca deja de amar..."
"El poeta se había enamorado en Chile, en vísperas de salir como embajador, de una mujer bastante joven, de piel clara, de formas exuberantes, colocada por las circunstancias en la cercanía
suya", recuerda en "Adiós Poeta" el escritor chileno Jorge Edwards, uno de sus últimos confidentes.
"Pablo se aficionó a esa segunda mujer que se movía silenciosamente por la casa aislada junto a la playa" de Isla Negra (Chile), comenta uno de sus mejores biógrafos y también confidente del poeta, el escritor comunista chileno Volodia Teitelboim ("Neruda"), aunque aclara que su amigo y correligionario "fue siempre leal a Matilde" (Urrutia, la última esposa del vate), aunque
"no le fue siempre fiel".
"No hay que confundir la fidelidad con la lealtad", como lo ha dicho el escritor Nobel colombiano Gabriel García Márquez, que en Paris fue uno de los grandes amigos del poeta chileno, aunque su
amistad no tuvo fronteras.
Para esa última doncella que habitó el corazón del poeta no hubo "Veinte poemas de amor" ni "Una canción desesperada", como cuando antaño el juvenil Pablo se inspiro en idilios furtivos, amores no correspondidos o en desesperadas pasiones para escribir una parte muy importante de su producción poética.
Pero sí, para ella hubo decenas de cartas de desgarrado amor y un poema íntimo, un poema "desesperado", la última joya de la magna obra del poeta. Ese fue su poema más secreto. Su poema más extraño.
Su poema más sutil. Su poema más inédito y el más desconocido.
Su último y más desesperado poema de amor, Pablo se lo llevó a la tumba.
Ese amor furtivo había sido la causa del último "exilio voluntario", y al "servicio del Estado", del Poeta-Embajador. Pero, en realidad fue un "exilio sentimental".
El propio poeta había insinuado a sus camaradas del Partido Comunista de Chile gestionar ante su amigo el Presidente Socialista Salvador Allende (1970-73) su nombramiento como Embajador en
Francia, para escapar a la sinuosa situación en la que se encontraba después de que Matilde Urrutia lo descubriera "in fraganti" en su última "escapada" amorosa, navegando con placer en las aguas de la
pasión clandestina.
Era el año 1970.
Sin revelar detalles, Matilde acusaba a Pablo de "viejo verde" ante su amigo Volodia Teitelboim, que después de la muerte (1985) de la última esposa del poeta se atrevió, para evitarle mayor dolor en vida, a confirmar la historia del último amor clandestino de Neruda, agregando algunas reveladoras frases en la edición actualizada de su libro de memorias nerudianas "Neruda".
Pablo, señala Volodia, "vivió una relación conyugal hecha de pasiones, crisis y luchas inherentes a cualquier matrimonio que se respete. En cuanto a la imágen del hombre, el hecho (de amar en forma clandestina) subraya su incorregible necesidad de amor que lo acompañó toda su vida".
"Te diré que tu amigo no es un santito...", le decía Matilde a Volodia, sin dar precisiones sobre lo que había visto y comprobado con sus propios ojos.
Volodia relata que Matilde se encontró un día, en su propia casa marital, con un cuadro que no era una naturaleza muerta.
"Era demasiado vivo" el cuadro. "Un episodio en cueros", semejante al que muchos años antes produjo la ruptura del matrimonio de Pablo con la "hormiguita" Delia del Carril, una pintora veinte
años mayor que él y que lo había acompañado desde los tiempos de la guerra civil española, en 1936. Rafael Alberti le había presentado a la bella argentina en España, cuando Neruda cumplía apenas 30 años.
Esta vez, en Chile, no era Matilde la que estaba desnuda junto al poeta, como había ocurrido antaño en muchas habitaciones de hoteles europeos en un episodio extra-conyugal que culminó en la
isla italiana de Capri, antes de que Neruda decidiera romper, en 1955, con la "hormiguita" que lo había cobijado durante su primer exilio literario europeo, dándole apoyo financiero, intelectual y
emocional.
Ella fue la llave que permitió a Neruda ingresar en la nebulosa bohemia chic-intelectual europea que paso a paso, noche a noche, lo llevó a mezclarse en el torbellino de la fama.
La "hormiguita" también había sido amante de Neruda antes de la anulación de su matrimonio con la holandesa María Antonia Hagenaar, la única mujer que dio al poeta una hija, pero que murió a los nueve años de una grave enfermedad que la había perseguido desde la cuna.
La cama de Pablo -señala Volodia- la compartía ahora una jovencita que la propia Matilde había llevado a la casa de Isla Negra "a vivir como familiar", pues era su sobrina, "para que la ayudara en el arduo trabajo doméstico y tener alguien con quien conversar en confianza".
"Pablo se aficionó a esa segunda mujer que se movía silenciosamente por la casa aislada junto a la playa. Parecía cariño de padre. Y oficiaba un poco de abuelo. Porque ella trajo (a casa) a su hija", recuerda Volodia.
Alicia tenía unos 30 años. Pablo ya bordeaba los 70.
"Es probable que en su poesía, tan generosa en la celebración de los encantos femeninos, nunca concediera tan integralmente el papel de Eva, madre de todos los hombres, como lo hizo con esta
mujer de apariencia sencilla y callada, para él, sin duda, cálida (...)", y Neruda parecía "más que nunca dispuesto, por su parte, a asumir en grande el papel de Adán", escribe Teitelboim.
"Y fui mujer desde que me tocaste/ y me hiciste crecer como si tu me hubieras hecho nacer...", escribía el poeta rememorando el fervor de la mujer prohibida, tomando su voz, como defendiéndola
ante el "Tribunal de la Poesía".
El poeta enamorado, sintiendo quemante ya el "castigo" tras ser sorprendido "in fraganti" en el lecho del pecado, se pregunta sorprendido: "¿Por qué debo morir si ahora nací?".
"Te quema el paraíso,/ te persigue el infierno./ Aléjate, varón, se quema el reino./ El gran amor se paga/ con la sangre y el alma,/ con el fuego", escribe Neruda bajo la fiebre del amor.
Así, en medio de su febril estado, nace en el poeta la idea de conseguir la Embajada de Francia.
Neruda le habla a los dirigentes comunistas sobre la necesidad de alejarse de Chile por un tiempo.
Pero Matilde era la más decidida a lograr que el poeta saliera del país con un cargo oficial, pues para ella esto era lo mejor para terminar con tan singular aventura sentimental.
Matilde confiaba en que la hierba del olvido triunfaría en la lejanía.
Para Teilteibom, "gracias a la pareja condenada se salvará al hombre, continuará el tiempo y se garantizará el futuro".
Pero para Neruda, Alicia era "el infinito que comienza".
Contra los vientos y mareas que agitaban su corazón, el poeta prefirió concretar la idea de un exilio a miles de kilómetros, en Francia, antes de vivir hasta su muerte encadenado en Chile en una
torre de Babel a escasos metros de su amada, sin poder dar rienda suelta a sus sentimientos más profundos.
Sus desesperadas confesiones en cartas o poemas inéditos enviados desde París a Santiago fueron de la más extrema sensibilidad.
Pablo confesaba a su amada que en la Ciudad Luz se sentía solitario, desamparado, sin tener cercano su aliento y alejada sin tiempo la posibilidad de "recorrer" nuevamente su cuerpo.
"Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana...", escribía.
Pablo dejó constancia de su última desesperación sentimental en "La espada encendida", libro en el que recurrió al génesis para desviar "sospechas", disfrazándose de Rhodo y llamando Rocía a
Alicia.
Pero, sin recurrir al seudónimo ni esconder su nombre de autor, como antaño había hecho con los sensibles "Versos del Capitán" dedicados en la Isla de Capri a otra mujer amante, cuando escondía
de su entonces esposa Delia Del Carril su amor clandestino con Matilde, una soprano chilena.
Esos versos anónimos -cuya autoría Neruda reconoció mucho después para mantener el misterio- fueron escritos en honor a la amante secreta que entonces se había apoderado de su corazón.
Casi veinte años más tarde, el destino ponía a la amante Matilde en el rol de la esposa despechada.
Pero el gran manipulador del génesis era Pablo, pues cada vez que gozaba o sufría con las pasiones desenfrenadas de algún amor furtivo, en sus poemas se cambiaba su propia identidad y la de su amada para dar rienda suelta a sus sensaciones y confesiones poéticas, tratando de alejar las sospechas autobiográficas "creando" mujeres alejadas de todo esoterismo o claves eróticas.
Unas 70 mujeres estuvieron -incluyendo madre, hermanas y tías- en la ruta terrenal del poeta compartiendo penas y alegrías, según "un número redondo sacado de su vida", deja constancia Teitelboim en el libro-biografía que le dedicó a Neruda.
Cada una ingresó a la memoria sagrada del poeta. Y muchas de sus musas, como Alicia, viven aún en sus poemas más electrizantes.
"Rhodo, pétreo patriarca, la vio sin verla,/ era Rosía, hija cesárea, labradora./ Ancha de pechos, breve de boca y ojos,/ salía a buscar agua y era un cántaro,/ salía a lavar ropa y era pura./ Rhodo
la destinó sin saberlo, al silencio".
Metáforas ardientes de un clandestino del amor en el marco de la mítica Ciudad de los Césares.
"Se abrió para que entrara Rhodo en ella/ y un estertor o un trueno/ manifestó la tierra".
Rhodo, de 130 años, amaba ciegamente a Rosía, "una piedrecita sin edad".
Las cartas de amor desde Chile llegaban a París con el nombre de... Jorge Edwards, estrecho colaborador diplomático del vate en la Embajada chilena.
Fue tan extremo el secreto de este amor clandestino del poeta que, incluso, cuando Neruda conquistó el Premio Nobel, el 21 de octubre de 1971, convirtiéndose en aquel entonces en el tercer
latinoamericano consagrado con tan alta distinción, desde Chile Alicia -su amor final- felicitó por cable y besó "apasionadamente" a..."Jorge" por haberse adjudicado tan prestigioso galardón
literario.
"(...) recibí un cablegrama de Chile dirigido a mí, que me daba abrazos y besos apasionados por haber ganado el Nobel. Se lo entregué al poeta con la reserva obligada, sin comentarios",
recuerda Edwards.
Ese mensaje de amor fue el mejor regalo para Pablo, que no cesaba de recibir felicitaciones en múltiples tarjetas o telegramas fechadas en diferentes ciudades del mundo.
Las misivas de amor de una chilenita de pueblo, sin el nivel ni el talento literario de su amado, eran frecuentes. En sus lamentos sentimentales Alicia se expresaba al extremo con su limitado
vocabulario para llegar al corazón del poeta, escribiéndole sin acentos ni puntuaciones y sin respetar las estrictas reglas gramaticales tan exigidas por el vate en su producción poética.
Sin frases poéticas rebuscadas, Alicia escribía solo con el corazón.
"Pablo amor quisiera que esta carta llegue el día 12 de julio día de tu cumpleaños Pablo amor que seas feliz amor todas las horas del dia y de la noche estes donde estes y con quién sea se feliz amor se feliz, te recordare pensare en ti alma mia mi corazon esta tivio de amarte tanto y pensar en ti amor amado amor te beso y acaricio todo tu cuerpo amado, amor amado amor amor amor mio amor tu
Alicia que te ama te ama".
Esta carta (cuyo texto es el original, con todos sus errores) fechada en Chile el 5 de julio 1971 estremeció una vez mas el corazón y las fibras de un poeta enamorado.
Tanto era el amor de Pablo por Alicia, que el poeta incluso intentó hacer viajar a París a su joven amante y alquilar un pequeño departamento para alojarla, no lejos de la fastuosidad de la Embajada chilena donde estaba "prisionero" bajo el manto de la estricta diplomacia.
"(...) vendrás a vivir conmigo, lo tengo todo arreglado", le decía Pablo casi con inocencia juvenil a su adorada Alicia.
"No supe si Matilde llegó a sospechar que la historia descubierta por ella en Chile se prolongaba a distancia. Pablo hacía planes más o menos misteriosos para traer a su amiga a París. A veces me los comentaba, y yo escuchaba con paciencia, para no defraudarlo, pero nunca creí que pudieran llegar a realizarse", confiesa Jorge Edwards en "Adiós Poeta..."
Los temores de Edwards eran justificados.
La perla amada del vate nunca vino a una cita imaginada por un poeta agotado por el tiempo, debilitado por la enfermedad (cáncer de próstata), acosado por la muerte que lo espiaba y lo esperaba como un ladrón al acecho.
Pablo debió abandonar París, la diplomacia y la poesía para regresar de urgencia a Chile y someterse allí a la muerte. Un destino trágico le esperaba.
Se fue a la tumba apretando su último poema y llorando a su última amada que burló fantasmas y cancerberos para lograr darle una delicada despedida, con un cálido beso, antes de su último aliento.
Pablo cantó al amor hasta que pasó al otro lado del espejo de la vida.
El poeta se había enamorado como niño en Chile, algunos meses antes de asumir como Embajador en París.
Enrique Lafourcade ("Neruda en el país de las maravillas"), un nerudiano chileno poco amigo de Neruda, siguió más allá la huella del amor furtivo del vate, trazada por sus biógrafos Edwards y
Teitelboim. E identifica sin pelos en la lengua a la misteriosa
última amante del poeta, identificándola como Alicia Urrutia Acuña,
sobrina de Matilde Urrutia.
Hoy, Alicia debe navegar por los 65 años, y su rostro nunca ha sido de conocimiento público.
A esta mujer blanca, de pelo negro y ondulado, de bonita risa, ojos pequeños, ancha de pechos y de boca jugosa, Neruda la describe como "una rosa "invisible y fragante".
Cuando Pablo y Matilde tomaron el avión hacia París, un cálido 2 de marzo de 1971, Alicia despedía desde lejos al poeta con su mirada azabache, sin evitar las lágrimas.
"Apenas te he dejado,/ vas en mí, cristalina o temblorosa,/ o inquieta, herida por mí mismo/ o colmada de amor (...)/ Pero espérame,/ guárdame tu dulzura./ Yo te daré también una rosa".
Su lamento estaba en su pensamiento. En plena huida.
También Alicia estuvo en discreta y anónima posición en el funeral del vate, un par de años más tarde en Santiago, bañada en lágrimas por la pérdida de su gran y famoso amor.
Poco antes, había besado las sagradas manos del poeta, que se despedía en la agonía con un apenas sensible gesto. Nadie supo como la amante prohibida logró eludir la férrea guardia montada por la propia tía Matilde en la Clínica Santa María, en la zona central de Santiago, donde agonizaba y moría el poeta, el 23 de septiembre de 1973.
"Lo ignoramos, pero de alguna manera Alicia pudo entrar y logró besarle las manos a su amado Pablo", recuerda Lafourcade.
También existen dudas de cómo y cuándo la amante perseguida logró mezclarse en el cortejo fúnebre que recorrió en silencio las calles tristes y lúgubres de una ciudad de Santiago ensangrentada
por los militares golpistas comandados por Augusto Pinochet y que seguían con sus amenazantes metralletas el ataúd de uno de los poetas más importantes del mundo.
Alicia allí estuvo, en silencio, llorando lágrimas de pena y amor.
La última musa de Neruda quería gritar al mundo su dolor, pero también quería conservar el secreto y alegría de haber sido la última mujer amada por él.
Era una mujer de pueblo que lloraba junto al pueblo la muerte del poeta del pueblo.
- LA FAMILIA LITERARIA DEL POETA -
Neruda tampoco viajó a la muerte sin despedirse antes de sus grandes amigos de la familia literaria.
"¡Urgente, ven, te necesito..!".
Ese fue el escueto y categórico mensaje de Pablo que Julio Cortázar recibió una tarde gris en París, recordaba el filósofo, poeta, escritor y crítico argentino Saúl Yurkievich en una amena conversación sostenida un par de semanas antes de su propia trágica muerte en agosto de 2005 en un accidente en el sur de Francia, donde escribía sus últimas obras.
Creyendo que Pablo estaba mal, Cortázar se apresuró en llegar a la residencia campestre que el poeta tenía en los terrenos de un Castillo antaño construido por orden de los Duques de Rohan en las
tranquilas y húmedas tierras de Normandía. A escasos 124 km al oeste de París.
Allí se "refugiaba" Neruda de la agitada diplomacia parisina. En pleno campo normando.
Curiosamente, lejos del mar que tantos poemas le inspiró.
Otros grandes escritores latinoamericanos y franceses, también alarmados e intrigados por tan apresurada convocatoria, hicieron lo mismo que Cortázar. Pero Pablo los sorprendió a todos con... una fiesta de amigos. Con vino, empanadas y música folclórica.
Era la despedida. Su despedida de París, de Europa, del Mundo...de su vida. No quería viajar a la muerte sin antes abrazar a cada uno de sus amigos.
García Márquez, Cortázar, Carlos Fuentes, André Malraux, Mario Vargas Llosa, Miguel Angel Asturias, Picasso, Rafael Alberti, Aragón.....y muchos otros gigantes de las artes y las letras fueron sus amigos de poesías y de copas, pero no todos pudieron estar en la cita, menos aún Federico García Lorca y Paul Eluard que muchos años antes habían ya dejado este mundo.
Pablo quizá pensó en esta despedida al "desviar" parte del dinero del Premio Nobel para hacerse una residencia en un sector del Castillo antaño reservado a las caballerizas de los Duques de Rohan, en el corazón del pequeño pueblito de Condé-sur-Iton, donde hoy una calle lleva su nombre.
La versión había llegado desfigurada a Chile, dónde se creó una polémica sobre el "lujo" que se daba un "poeta comunista" para "comprarse un Castillo" en Francia, cuando el Congreso chileno
analizaba la forma de subvencionar la rehabilitación de una de las casas del vate para transformarla en Museo.
Tal subvención estaba destinada al fracaso, pero igual hoy sus tres casas en Chile son Museos Neruda.
Esos Museos Neruda albergan los secretos del poeta acumulados durante prolongados años de aventuras. Son secretos silenciosos los que almacenan decenas de objetos coleccionados en sus más extraños periplos por el mundo.
- "LAS PULGAS", MALRAUX, MONTAND Y SIGNORET -
Los mercados y tiendas de antiguedades de París fueron "asaltados" por Pablo y por Matilde Urrutia. Eran frecuentes sus paseos por el Mercado de "Las Pulgas", que tiene más de 120 años de
historia, y cuando se perdían de vista en los interminables corredores de este mercado de Ali Baba se tocaban un pito...para ubicarse.
Los "pitos de los Neruda" se hicieron famosos en "Las Pulgas" de París.
También fueron famosas sus fiestas y cenas en la Embajada de Chile y sus anécdotas ligadas a un Embajador-Poeta poco acostumbrado a los estrictos protocolos diplomáticos.
Más frecuentes que nunca eran en esos tiempos las visitas a la Embajada chilena tanto de Malraux como de Yves Montand, Simone Signoret y de otras grandes personalidades de las letras, del cine, la moda y la política. Incluso, Neruda almorzaba con la actriz Jeanne Moreau y con el modisto Pierre Cardin, junto a quien presentó en el Espace Cardin de Champs Elysées un desfile de...moda chilena, con vestidos autóctonos confeccionados por las "tejedoras" indígenas de la Isla de Chiloé, sur de Chile.
Entre las modelos, que desfilaron gratuitamente, había una chilena que trabajaba para Yves Saint Laurent y otras dos jovencitas chilenas que modelaban para los grandes modistos franceses.
En medio de los desafíos diplomáticos más importantes, Neruda no olvidaba su vida de poeta, ni su "coté gourmand", de buen vividor y "fiestero".
El vetusto edificio que Chile compró en 1928 a los Príncipes de la Tour D'Auvergne, en el número 1 de la Avenue de la Motte Picquet - frente al monumento de Les Invalides, donde esta la tumba de
Napoleón -, no tenía con Neruda el aspecto de una fría embajada. Por el contrario, el poeta le daba un ambiente familiar, más cálido y menos protocolar que lo habitual.
Incluso, para cortar con las espesas tradiciones, el 18 de septiembre de 1971, día de la Independencia de Chile, Neruda transformó los salones de la sede diplomática en una singular
"Ramada" chilena, es decir en un centro popular de fiesta, con bailes, bebidas y comidas al más puro estilo campestre.
Neruda, vestido con una colorida manta y sombrero de "Huaso" (campesino chileno), y Matilde vestida de "china" (mujer campesina chilena) recibían a los invitados en medio de empanadas, pisco sour y vinos chilenos. Se bailaban cuecas (baile folclórico chileno), cumbias colombianas y se cantaban corridos mexicanos.
Aparte de este cóctel-fiesta sin precedentes, en la embajada nerudiana predominaba un inevitable ambiente intelectual y el poeta tenía plena consciencia de los desafíos que representaba el hecho de
ser embajador en Francia de un gobierno dirigido por un presidente socialista, su amigo Salvador Allende.
"Me agradaba la idea de representar a un victorioso gobierno popular, alcanzado después de tantos años de gobiernos mediocres y mentirosos", decía Neruda.
"Quizá en el fondo lo que me cautivaba más era entrar con una nueva dignidad a la casa de la embajada chilena, en la que (muchos años antes) me tragué humillaciones cuando organicé la inmigración de los republicanos españoles hacia mi país", escribía.
No olvidaba que "cada uno de los anteriores embajadores" chilenos en París "había colaborado" en su persecución política, "había contribuido a denigrarme e herirme".
Al hacerse cargo de la embajada, su primera medida fue retirar todas las fotos de sus predecesores que tapizaban las paredes del edificio, sustituyéndolas por efigies grabadas de cinco héroes de la
independencia chilena y fotos del entonces presidente socialista Salvador Allende, del ex-presidente progresista Pedro Aguirre Cerda y del fundador del Partido Comunista de Chile, Luis Emilio
Recabarren.
Era la venganza de Neruda.
El perseguido ocupaba el lugar del perseguidor, para sentarse en su silla, comer en su mesa, dormir en su cama y abrir las ventanas de la libertad y el respeto.
Pero en medio del ambiente "intelectual" que le otorgó a la embajada, el vate -apoyado fielmente por su brazo derecho el escritor y diplomático Jorge Edwards- no pudo evitar asumir con la magna responsabilidad de su cargo las grandes misiones menos intelectuales que le tenía reservado el destino:
a) afrontar judicialmente en París a Estados Unidos por el embargo internacional del nacionalizado Cobre chileno y,
b) renegociar la deuda externa de Chile en el Club de París.
Un poeta y un novelista se lucieron como grandes expertos en la materia, antes de que el Embajador Neruda diera paso a los verdaderos expertos chilenos que con el vate a la vanguardia lograron importantes avances hacia el posterior éxito en ambos cometidos.
Neruda no ocultaba en los medios intelectuales su asombro por su participación, en calidad de Embajador, en reuniones "bastante extrañas" para defender la dignidad de su país.
Un poeta sabe también "negociar", pero más sabe de poesía.
Por ello, no titubeó en hablar de poesía ante unos 60 representantes de los países acreedores de Chile reunidos en el Club de París. Tampoco dudó en hablar de "deuda externa" en el PEN Club de Nueva York ni del embargo del Cobre en la ...UNESCO.
Para él todas las tribunas eran válidas para defender la dignidad de Chile.
Pero nunca olvidó la cita en el Club de París, que para Neruda resultó ser la "asamblea más misteriosa" en la que nunca antes había participado.
A los acreedores de Chile les recordó vivamente la "Balada del viejo marinero", desolado poema de Samuel Taylor Coleridge sobre el asesinato de un indefenso albatros, inspirado en un episodio acaecido en el extremo sur de Chile y publicado por Shelvocke en sus memorias de viaje.
Ante el PEN Club de Nueva York, Neruda recordaba posteriormente esa "extraña" reunión de París subrayando que sobre los fríos mares de Chile "los albatros errantes, gigantes, grises y procelarios saben volar como ningún otro pájaro" y que "tal vez por eso el país tiene la forma de un largo albatros con las alas extendidas".
"Y allí en aquella reunión, para mí inolvidable, de aquella deuda externa que queremos negociar justicieramente, muchos de los que me parecieron implacables parecían dirigir sus armas para que
Chile naufrague, para que el albatros no siga volando", señalaba.
Y no titubeó al decir ante una sorprendida audiencia de escritores estadounidenses: "tal vez el delegado de las finanzas norteamericanas me pareció ser el que tenía entre sus papeles de negocios la flecha lista para dirigir contra el corazón del albatros".
A reglón seguido, recomendó a ese negociador darse el placer de releer a los viejos poetas porque así "aprendería que en la Balada del viejo marinero el navegante que perpetró aquel crimen fue
condenado a llevar por la eternidad colgando de su cuello el pesado cadáver del albatros asesinado".
Al recordar en el PEN Club su curiosa experiencia de "negociador" oficial de su Gobierno, Neruda subrayó también que el poeta norteamericano Walt Whitman era su "más grande acreedor" y que él se había enriquecido intelectualmente desde su temprana edad gracias a tan "maravillosa deuda".
Neruda confesaba que Whitman le "enseñó más que Cervantes", pues consideraba que en la obra del norteamericano no queda humillado el ignorante ni es ofendida la condición humana.
"Yo que estoy muy cerca de los setenta años, cuando apenas cumplí quince, descubría a Walt Whitman, mi más grande acreedor. Y estoy aquí entre ustedes acompañado por esa maravillosa deuda que me ha ayudado a existir", decía Neruda ese 10 de abril de 1972 ante una silenciosa audiencia de escritores norteamericanos que escuchaban atentamente al poeta comunista chileno.
"Renegociar esa deuda es comenzar por ponerla en evidencia, reconocerme como humilde servidor de un poeta que medía la tierra con pasos lentos y largos, deteniéndose en todas partes para amar y
examinar, aprender, enseñar y admirar", explicaba sin olvidar el drama que en esos días vivía Chile.
Y en su única intervención ante la Asamblea de la UNESCO en París aprovechó para hablar...del Cobre chileno. Sin alejarse del tema de la pobreza, del hambre, de la educación, de la poesía y la
literatura, recordando la obra humanista de Andrés Bello, Sarmiento, Rubén Darío, Gabriela Mistral y Alberti.
Pero subrayó el caso del embargo del cobre, "atropellando nuestra soberanía", logrado ante la justicia francesa por una compañía norteamericana que antes de la nacionalización explotaba en
Chile esa riqueza chilena.
El poeta-embajador insistía ante una no menos sorprendida audiencia que la UNESCO tenía que ver, "mucho que ver", en este asunto, porque "si estas fuerzas tenebrosas llegan a apoderarse del
cobre chileno, los niños chilenos no tendrán ni pan ni leche, ni libros de lectura, ni escuelas".
"¡Esta es la dura realidad!", afirmaba Neruda al expresar su fe en una institución como la UNESCO para atacar el espectro del hambre, de la desnutrición, del conflicto, en una época "inesperadamente cruel y agonística".
El cobre hoy sigue siendo chileno.
Neruda sabía que su misión diplomática era difícil y que debía afrontar muchos desafíos en París, aunque fueron escasas las situaciones de emergencia que le quitaron el sueño.
- LA BOHEMIA LATINA DE MONTPARNASSE -
El chileno no fue la excepción entre los talentosos poetas, escritores y pintores del mundo que "vivian" la noche en París, quemando horas en amenas y prolongadas charlas intelectuales o
simplemente analizando la vida del día a día y las penurias financieras de estos grande creadores que eran ya conocidos o simplemente buscaban la consagración.
En los años 30 y 40, Neruda y sus amigos escritores conocÍan las peripecias del bolsillo pobre en un París de pre y post-guerra, pero hacían ajustados malabares para "pasarlo bien" y no llorar de
hambre ni sed.
Escritores argentinos, brasileños, colombianos, mexicanos, chilenos y de otras latitudes desaparecían entre la multitud humeante de Montparnasse para beber cognac, leer poemas y bailar
tango.
La colonia literaria latina bebía y miraba pasar el tiempo, "esperando la menor oportunidad para armar alguna colosal trifulca y pegarse con medio mundo", recuerda Neruda en "Confieso que he
vivido".
Para estos bohemios provincianos latinoamericanos, París, Francia y Europa se limitaban a unos escasos 200 metros y dos esquinas de Montparnasse, dominadas por los restaurantes "La Rotonde", "Le Dome", "La Coupole" y otros tres o cuatro cafés considerados "de intelectuales".
Entre los sudamericanos, "los argentinos eran los más numerosos, los más pendencieros y los más ricos. A cada instante se formaba un tumulto y un argentino era elevado entre cuatro garzones, pasaba en vilo sobre las mesas y era rudamente depositado en plena calle", recuerda Neruda entre sus anécdotas de juventud en París.
Eran los años 30 y los cabarets con músicos y cantantes negros comenzaban a estar de moda en el corazón de Saint Germain y de Montparnasse.
Los sudamericanos se buscaban para quebrar la noche en el "barrio latino". Andaban siempre juntos y les era muy difícil penetrar en la sociedad francesa y conocer de cerca a los franceses.
Se movían en verdaderos ghetos, como queriendo aislarse.
Neruda recuerda que en esa época, cuando en 1927 realizaba una de sus primeras visitas a París, no conoció "ni a un solo francés", ni tampoco a un europeo de otro país y mucho menos a un asiático o a un africano.
Los latinoamericanos "andaban en corrillos, contándose los defectos, diminuyéndose los unos a los otros, sin poder vivir los unos sin los otros", relata Neruda, que en esos días de antaño conoció en "La Rotonde" de Montparnasse al "gran cholo" peruano César Vallejo, un "poeta de poesía arrugada, difícil al tacto como piel selvática, pero poesía grandiosa, de dimensiones sobrehumanas".
Ya bordeando los años 40, en otra visita a París, Neruda conoció al escritor cubano Alejo Carpentier, que fue su vecino cuando el poeta chileno compartía con el español Rafael Alberti un
departamento en el barrio del Quai de L'Horloge.
"Frente a nosotros veia el Pont Neuf, la estatua de Henri IV y los pescadores que colgaban de todas las orillas del Sena. Detrás de nosotros quedaba la Plaza Dauphine, nervaliana, con olor a follaje y restaurant", relata el poeta.
De todas sus amistades de la época, Neruda confesó haber "tenido por suerte en Francia, y por muchos años, como mis mejores amigos a los dos mejores hombres de su literatura, Paul Eluard y
Aragon".
Con estos dos de los gigantes fundadores del surrealismo surgido en los años 20 en el corazón de París, Neruda pasaba horas y horas compartiendo sus extravagantes aventuras en prolongadas tertulias en el ilustre café literario "Les Deux Magots", en la plaza de Saint Germain des Près, también frecuentado en esas épocas por Sartre y Simone de Beauvoir.
Para el poeta chileno, Eluard y Aragon eran "curiosos clásicos de desenfado, de una autenticidad vital" (...), "inconmovibles y naturales participantes de la moral histórica".
Neruda disfrutó el "placer poético de perder muchas veces el tiempo con Paul Eluard", convencido siempre de que "no hay nada más hermoso como perder el tiempo".
Pero Neruda perdió poco tiempo en su afanosa vida, que le permitió dejar una gigantesca herencia poética, condimentada de pasiones, amores, temores, alegrias, lamentos y prolongadas
soledades.
En alguna calle de París, rodeado por el inmenso ámbito de la cultura más universal y de una extraordinaria muchedumbre, Pablo se sintió solo, a pesar de las grandes amistades y los grandes amores que tuvo.
"En alguna calle de París (...) me sentí solo como esos arbolitos del sur (de Chile) que se levantan medio quemados sobre las cenizas...", confesaba Neruda.
= BIBLIOGRAFIA =
- "Para nacer he nacido", Pablo Neruda (Seix Barral, 1978)
- "Confieso que he vivido", Pablo Neruda (Editorial Losada, 1978)
- "Neruda", Volodia Teitelboim (Editorial Sudamericana, 1984)
- "Adiós Poeta", Jorge Edwards (Tusquets Editores, 1990)
- "Neruda en el país de las maravillas", Enrique Lafourcade (Grupo Editorial Norma, 1994)
- "Pablo Neruda: Epistolario viajero 1927-1973, Abraham Quezada Vergara (Ril Editores, 2004)
- Testimonios sobre Pablo Neruda, Samuel Fernández Illanes (Ril Editores, 2004)
- Texto de Carta de Alicia a Neruda, gentileza de Fundación Neruda, 2006.
- Fotos de casa de Neruda en Francia, gentileza de los documentalistas chilenos Patricia Guzmán y Ernesto Ortiz.
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