VALPARAÍSO, Chile (EUROLATINNEWS) - La chilena Isla de Pascua, un territorio de enigmas indescifrables, constituye el lugar más aislado del mundo, sin vecinos cercanos en unos 3.700 kilómetros: por un lado la costa chilena y por el otro, Tahiti.
La isla cuenta con una natural belleza enigmática, volcánica y sorprendente a la vez.
Por momentos pareciera que una mano gigantesca hubiera depositado ese pedazo de tierra irrefrenable, en medio del Océano Pacífico. Su misterio permanente lleva a pensar que fue traída y depositada allí desde algún lugar extraño, lejano.
Pero no es así. Simplemente el hecho se debió a que millones de años después de la creación de la Tierra, una serie de erupciones de los volcanes Poike, Rano Raraku y el Maunga Terevaka -que es el más alto de la isla, con sólo 560 metros de altura- elevó los terrenos dando una formación muy similar a la actual; luego con el transcurrir de la evolución y el desarrollo poblacional llegaron tribus polinésicas a la ancestral Isla de Pascua, distribuyéndose los espacios.
Pero la tradición oral de los rapa nui, con prudencia, señala que el Ariki (Rey) Hotu-Matua, de la remota tierra de Hiva, envió a siete jóvenes guerreros a investigar y explorar la lejana Te Pito o te Kainga, ubicada en el medio del Océano Pacífico, muy distante de toda otra tierra.
Tiempo después el rey Hotu-Matua toma la isla entrando por el sector que se denomina playa Anakena, con dos grandes “pahi” o canoas dobles y se establecen allí con su gente. Los cálculos se acercan a que la población comienza a formarse unos 500 años a.C., bautizándola con el nombre de Te pito o te Henua u Ombligo del Mundo, nombre que hasta hoy se conoce.
Las tribus asentadas en la isla jamás tuvieron acceso a conocer el metal ni la rueda. Cada una de sus herramientas se basó en huesos y piedras de distintas durezas y calidad. Tal vez, con esas herramientas u otras ya perdidas en el tiempo, armaron sus casas de piedra, aldeas, ahus (sitios ceremoniales), tallaron los petroglifos alrededor de toda la isla y probablemente hasta los moai. Estos increíbles monumentos megalíticos son los representantes más fidedignos de ese territorio. De estos emergen infinidad de leyendas y mitos que mantienen un manto de misterio indescifrable en el enigmático lugar.
Aquellos volcanes que dieron origen a la Isla de Pascua o Mata ki te Rangi (Ojos que miran al Cielo) hoy extinguidos, se encuentran cercados de lomas suaves y acantilados que rodean la isla formando una suerte de gran triángulo de unos 180 kilómetros cuadrados, amparando un clima subtropical grato y lluvioso.
En ese pequeño punto de tierra han existido grandes culturas arqueológicas que hasta hoy venera cada uno de los descendiente de los rapa nui, que son motivo de admiración por los cientos de turistas de todo el orbe que van a visitar esos terrenos, para intentar descubrir la serie de míticos enigmas que la rodean.
El misterio de los moai es uno de los más recurridos, ya que estas estatuas sobrepasan los veinte metros de altura y algunos pesan más de 50 toneladas y provocan preguntas tales como:
¿En razón a qué fueron tallados? ¿En homenaje a quién o a quienes? ¿Qué herramientas usaron, ya que jamás hubo signos visibles de ellas? ¿Cómo los trasladaron por más de diecisiete kilómetros sin dañarlos desde los faldeos del Rano Raraku -fábrica de monos, dicen los pascuenses- y los ubicaron siguiendo toda la línea costera? ¿Por qué todos miran hacia el centro de la isla, excepto los siete moai del Ahu Akivi, que miran hacia el mar, hacia el oeste, desde donde vino Hotu Matua?
Algunas respuestas van desde las científicas, seudo-científicas y hasta donde la ficción ha tenido cabida.
Sólo los ancestros lo saben. Los viejos isleños, aquellos nacidos en la isla y que en estos días cuentan con ochenta o más de años de edad, como el profesor Luis Akava, que señala que sus bisabuelos contaban a sus familiares que los moai “caminaban”.
Esta sentencia y explicación me fue corroborado por Isabel Pakarati, antigua artista isleña. ¿Es posible eso, que los moai caminaban?
Hoy existen experiencias que los nativos los hacían caminar con lazos y cordeles amarrados al cuello del moai. Mientras la huella sea plana puede hacerse. El problema es que las hondonadas y quebradas de la Isla de Pascua, no habría permitido ubicarlos a la orilla de la isla, como están hoy ubicados.
En cambio, los más viejos habitantes insisten que la leyenda dice que una fuerza extraña –venida no se sabe de dónde- les hacía “caminar”, refiriéndose al “maná”, una suerte de energía que había en el aire y que aparentemente penetraba en las estatuas y las hacía desplazarse. El profesor Akava persevera en indicar que los moai tenían un “poder muy grande” y eso les hacía caminar, según los relatos de sus bisabuelos. Como haya sido, este es uno de los más grandes misterios de la isla, que se seguirá alimentando por las continuas interrogantes que se hacen los turistas y los exploradores.
Hasta ahora no hay una respuesta acertada, de la misma formal como no la hay para “Las Tablillas Parlantes de Rongo Rongo”. Trozos de genuina madera de la isla con inscripciones talladas bajo relieve, las que hasta hoy, los más conspicuos expertos en lenguas y científicos no han logrado descifrar.
Lo curioso es que los pequeños signos que cubren toda la tablilla por ambos lados, sin dejar espacios perdidos entre ellos y el posible lector de ellas, se ve en la obligación de ir dándolas vuelta para seguir la idea de los cientos de dibujos allí plasmados. ¿Por qué están allí? ¿Qué relatan? ¿Qué simbolizan esas tablillas? La escritura Kohau Rongo Rongo de las Tablillas, simboliza el aspecto misterioso, muy poco exotérico e indescifrable, única en el mundo -tal como los moai de la Isla de Pascua- no encontrándose antecedentes similares en toda la Polinesia.
Pero, no se pueden terminar estas líneas sin señalar que en la única parte en que se han encontrado escritura en tablillas muy similares a las de Rongo Rongo, son las halladas en Harappa y Mohenjo-Daro, ubicada en lo que es hoy el sur del moderno Pakistán, en las cuales su descubridor, John Marshall, indica que datan de 2.700 años a.C., es decir unos 4.712 años.
El científico G. de Hevesy, realizo un excelente trabajo de comparar los signos de la isla de Pascua con los de Mohenjo-Daro y representan un notable parecido entre las dos escrituras, casi en un 98%.
¿Quién resuelve este misterio ahora? ¿Cómo se trasladaron los conocimientos desde un lugar tan distante para realizar aquellos escritos similares o es una simple coincidencia? Interesante aspecto entra la India y la Isla de Pascua. La pregunta es: ¿Cuál sería el nexo de estas coincidencias?
(El artículo precedente fue publicado en mi blog http://borlonerojas.blogspot.comn, el 05 de octubre 2005).
Hoy se han realizado excavaciones y encontrado que los antiguos moai del Rano Raraku tienen brazos. Y algunos científicos, basados en una publicación del National Geographic creen haber descubierto que los moai caminaban manejados con lianas desde la cabeza.
Yo le creo a los ancestros rapa nui.
(*) Patricio BORLONE, escritor chileno. Residió durante varios años en Isla de Pascua.
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