Literatura:



LUIS SEPÚLVEDA:
TRIUNFÓ EN FRANCIA ANTES DE PUBLICAR EN ESPAÑOL



Por: Enrique Guzmán de Acevedo





PARIS (EUROLATINNEWS)- Cuando un escritor se va de este mundo una estrella baja del firmamento para iluminar eternamente en tierra firme una obra inmortal. Como en una película de ciencia ficción, a Luis Sepúlveda se lo llevó el siniestro virus que ensombreció y atormentó al mundo, pero su alma permanecerá para siempre en su legado literario.

Si la muerte lo sorprendió en este trágico capítulo, su nacimiento no tuvo menos singularidad, pues había llegado al mundo en un Hotel de Ovalle (Chile), en 1949, durante “ la fuga de amor” de sus padres, “bajo mandato de captura”, porque su madre - de origen mapuche- era menor de edad y escapaba de su padre que se oponía al romance de su hija y denunciaba al novio de “rapto”.

¡Como de novela!

Esa rebelión de su joven madre fue quizás la clave principal de la vida literaria y de las peripecias políticas de Luis Sepúlveda, aunque su militancia comunista vino de la influencia de su padre comunista, no sin antes probar y ser atraído - en su tierna juventud-por el enfoque revolucionario que finalmente caracterizó su vida.

Lo conocí en París cuando en Francia se lanzaba su novela estrella, “El viejo que leía novelas de amor” (Tusquets 1993), traducida en 20 idiomas, con más de 18 millones de copias vendidas en el mundo, y lo entrevisté en Madrid en 2007, cuando presentaba otra de sus más de 30 obras, pero la conversación versó más que nada en sus dos grandes libros que le dieron fama mundial, la del “viejo” enamorado de la vida, de la naturaleza y del amor, y sobre la “Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar” (1996), sobre la importancia del valor del amor y la amistad y sobre como la diferencia nunca debe separar a los hombres sino unirlos.

Ambos textos, escritos en lenguaje sencillo, esconden muchas moralejas y enseñanzas, y son muy emotivos al momento de abogar por la victoria sobre las adversidades a las que a diario se enfrenta el hombre. Por todo ello, estas brillantes obras han sido textos de lectura en institutos, universidades, Liceos y colegios extranjeros, esencialmente de Alemania, Italia, Francia y España.

Precisamente, en los tediosos días de pandemia mundial jóvenes alumnos del Liceo Francés de Madrid estaban leyendo la “Historia de una gaviota...” como tarea de cuarentena y comentaban el libro de Sepúlveda en video-clases con sus profesores. Un grato ejemplo para Chile.

Estos dos libros amoldaron su consagración mundial con la filmación de sendas películas, una en 1998 (Historia de...) y la otra (“El viejo...) en 2001, con guion del propio Sepúlveda.



Para este gran autor chileno, la obligación del escritor es contar “una buena historia sin cambiar la realidad, porque los libros no cambian la realidad”, y esa realidad él nunca la ocultó ni la evitó.

En esas entrevistas y en otras múltiples conversaciones con periodistas del mundo, nunca ocultó su militancia política (“Nací rojo, profundamente rojo”, decía frecuentemente) ni su fidelidad a la revolución y a sus compromisos con las causas revolucionarias, habiendo frecuentado en su temprano exilio Latinoamericano a Tupamaros, Montoneros y Sandinistas.

También estaba comprometido con las causas sociales y la defensa del medio ambiente. Pero, lo político no monopolizó su vasta obra, y curiosamente escribió muchas novelas y cuentos para lectores juveniles, habiendo dedicado la “Historia de una gaviota...” a “Jóvenes de 8 a 88 años”.

También escribió libros de investigación, un par de novelas negra, libros de viajes y múltiples relatos, pero en su novela “Nombre de Torero” (1994), se escudó en el personaje central, Juan Belmonte, para hablar de su propia vida y “combatir a quienes defienden la amnesia como razón de Estado, como se quiso hacer en Chile”.

En “El fin de la historia” (1994), también se deja llevar por su pensamiento político y con su pluma atraviesa el siglo XX desde Trosky al Chile de Pinochet e indaga las consecuencias de la tortura.

En su juventud había escrito tímidos poemas y relatos, sin imaginar que un día besaría las estrellas del triunfó literario mundial. Su tan dolorosa partida conmovió y entristeció a escritores europeos y latinoamericanos.

Radicado desde 1997 en Gijón, su vida se borró en siete semanas de ardua lucha contra la muerte en un hospital asturiano, habiendo quedado su nombre inscrito en el historial del Principado de Asturias (Noroeste de España) como la primera víctima mortal asturiana del siniestro Corona-Virus del año 2020.

Un triste epílogo de una historia que él no pudo contar.





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