Turismo:

LA CIUDADELA "CHIC" DE ARCACHON





Por Paola SANDOVAL, Corresponsal en Europa




ARCACHON, Francia (EUROLATINNEWS) - En el corazón de Pyla-sur-Mer, a pocos pasos de la majestuosa Duna de Pilat, se ubica el Hotel Ha(a)ïtza, considerado una institución, la Ciudadela "chic" de Arcachon.

Es una historia de familia, pasión, diseño y transmisión. Es también un lugar precioso donde la excelencia se funde con la emoción, llevada por la visión singular de la familia Téchoueyres y realzada por la huella audaz de Philippe Starck. Un lugar donde cada detalle respira el arte de vivir francés, revisitado con elegancia y generosidad.





Una leyenda reinventada

Ha(a)ïtza, que significa "roca" en euskera, es un lugar emblemático local. Inaugurado en los años 30, el establecimiento sigue siendo durante mucho tiempo un punto de referencia para los amantes de la cuenca, personalidades y gente común que vienen a buscar el aire del mar y el encanto discreto local. Pero fue en 2016 cuando el lugar renació verdaderamente bajo el liderazgo de Sophie y William Téchoueyres. Tras el éxito de La Co(o)rniche, una joya vecina igualmente legendaria, decidieron hacer de Ha(a)ïtza un establecimiento contemporáneo, cálido y refinado, en homenaje a su pasado pero decididamente orientado hacia el futuro.

Para este resurgimiento, volvieron a recurrir al poeta-diseñador Philippe Starck, que creó una decoración sutil y luminosa, a mil millas de los clichés del lujo ostentoso. Starck, quien conoce bien a la familia y la región, le da a Ha(a)ïtza un alma especial.

«Este lugar no es un hotel, es un refugio. Un remanso lleno de dulzura, donde uno puede perderse para encontrarse mejor», nos precisa Sophie Téchoueyres. Paredes blancas, espejos, madera clara, volúmenes generosos... todo está diseñado para tranquilizar, invitar a soñar y dejarse llevar. El vestíbulo, bañado de luz, parece flotar entre el cielo y el mar.





Una casa familiar abierta al mundo

Porque es precisamente una casa la que descubrimos al cruzar las puertas de Ha(a)ïtza. Una casa con huéspedes, historias, risas, encuentros. El personal, con su particular amabilidad, encarna este espíritu de bienvenida sincera que marca la diferencia. Sophie Téchoueyres, atenta guardiana del proyecto, habla de él con emoción: «Este lugar es una extensión de nosotros. Pusimos en él nuestra energía, nuestros sueños, nuestros recuerdos. Queríamos que cada huésped se sintiera bienvenido como un amigo y alguien de la familia».

El hotel dispone de 38 habitaciones y suites que ofrecen un confort absoluto, algunas de ellas con terraza o balcón, todas diseñadas como capullos de discreta elegancia. El diseño de Starck es más sobrio, casi doméstico, siempre imbuido de poesía. Dibujos enmarcados, lámparas como esculturas, texturas naturales, libros seleccionados... Cada elemento cuenta una historia.





El Spa by Codage: el cuidado sobre medida

En el primer piso, con vistas a la piscina cubierta, se esconde uno de los secretos mejor guardados de Pyla: el spa Ha(a)ïtza. Un santuario dedicado al bienestar, la belleza y la relajación, en colaboración con la casa Codage París. Conocido por su enfoque personalizado de cosmetología, Codage ofrece tratamientos a medida, diseñados según las necesidades específicas de la piel de cada persona. Al llegar se realiza un diagnóstico para poder adaptar los sueros, texturas y gestos a cada persona.

El spa se estructura en torno a tres salas de tratamientos, una piscina cubierta bañada por la luz, un hammam y una zona de fitness. El diseño, siempre de Starck, es minimalista, con toques orgánicos que tranquilizan la vista y la mente. Los rituales que se ofrecen van desde tratamientos faciales radiantes hasta masajes profundos, pasando por tratamientos de desintoxicación e hidratación intensa. Se sale de aquí con un cuerpo más ligero, una tez más luminosa y un alma serena.

Se suma al spa y a esa puesta de belleza, el salón de peinados de David Lucas, liderado por el afamado estilista, que colabora igualmente en París con el Palace Hotel Crillón y posee varias boutiques en Francia, y que propone lo mejor en tendencia y tratamiento capilar.





El Skiff Club: estrellas con sabores

Ha(a)ïtza también es un destino gastronómico. El restaurante Le Skiff Club, galardonado con dos estrellas Michelin y una estrella verde (mesa sostenible y eco responsable), está dirigido por el talentoso chef Stéphane Carrade, una figura icónica de la cocina del suroeste. Aquí, el mar, los bosques de las Landas y los mercados de la región son fuentes de inspiración para una cocina creativa, sincera y que nunca traiciona sus raíces.

En un marco sobrio y elegante, descubrimos láminas poéticas, donde los productos se magnifican sin distorsión. Langosta azul, caviar de Aquitania, pichón asado, rebozuelos y caldos claros... La carta cambia según las estaciones, pero siempre con ese toque de audacia y precisión que es la firma del chef. Stéphane Carrade habla de Ha(a)ïtza como «una casa libre, donde cocinamos con el corazón, el instinto y la memoria».





Brasserie Ha(a)ïtza: elegancia junto al agua


Justo al lado, junto a la piscina con techo de cristal, la Brasserie Ha(a)ïtza ofrece una cocina más accesible pero igualmente refinada. Este luminoso espacio de estar, bañado por luz natural, es el corazón palpitante del hotel durante el día. Se encuentra, familias que vuelven de la playa, parejas en una escapada romántica y clientes habituales que vienen a disfrutar de un plato de marisco o de un lenguado meunière perfectamente ejecutado. La cereza del pastel es el canto de los pájaros que es frecuente en ese patio.

La carta, deliberadamente corta, resalta los grandes clásicos: ensaladas, pescados a la parrilla, carnes curadas, postres caseros. Todo con un espíritu amable pero elegante, fiel al ADN de la casa. En verano, la piscina se convierte en un alegre teatro donde saborear el momento, copa de vino blanco o copa de helado en mano, frente a los pinos.





El salón de té: un dulce remanso de paz para las horas de tranquilidad

Es imposible visitar Ha(a)ïtza sin hacer una parada en su salón de té, una pequeña joya de delicadeza y placer. Ubicado bajo el gran techo de cristal, evoca los invernaderos de antaño, con sus plantas colgantes, sus mullidos sillones y sus deliciosos pasteles. La gente viene aquí para tomar un refrigerio refinado y hacer una pausa para leer, así es, pues todos los libros en las estancias están a la disposición de sus comensales, tomar un té con amigos o simplemente por el placer de saborear un momento de relajación.

Los pasteles son elaborados diariamente por el equipo de pasteleros de la casa, con especial atención a las texturas, los sabores y la estacionalidad. Tarta de merengue de limón, postre de frutos rojos, magdalenas aún calientes, flan cremoso de vainilla... Cada bocado es una celebración al capricho. Todo bajo la batuta del joven Chef pastelero, Antony Prunet, que es campeón mundial de cannelés.





Café Ha(a)ïtza: el elegante anexo de un arte de vivir

Justo enfrente del hotel, el Café Ha(a)ïtza extiende la experiencia de una manera más urbana y relajada. Abierto todo el día, recibe a clientes de Arcachon y de otros lugares en un ambiente elegante y relajado. Especializado en platillos a las brasas, la parrilla y la chimenea. Encontramos la misma atención al detalle, la misma generosidad en la comida, que dentro de las paredes del hotel. El café es también un lugar de vida, de encuentro y de intercambio, apreciado tanto por los habitantes del lugar como por los visitantes de paso.

Por la mañana, la gente viene aquí a tomar un café especial y un pastel casero. Al mediodía, las fórmulas ligeras atraen a las personas activas. Por la tarde se convierte en un lugar frecuentado por paseantes. Y por la noche, cenas en grupo, y la terraza se anima incluso con partidos de fútbol u otro deporte televisado. Ambiente totalmente familiar. Es una dirección complementaria, que encarna plenamente el espíritu Ha(a)ïtza: cálida, vivaz, inspirada.





Una dulce pasión transmitida: la pastelería de mi hija

Finalmente, en el corazón del centro de Arcachon, la tradición familiar continúa a través de una refinada pastelería dirigida también por Thomas Téchoueyres, quien se encuentra al mando de la gerencia de todos los establecimientos de la familia. Una dirección golosa, reflejo de un saber hacer de la familia y transmitido con amor, donde los dulces se inspiran tanto en la herencia pastelera francesa como en los recuerdos gustativos de la región.

Allí encontrará creaciones de autor del chef pastelero como la «Dune», un postre de vainilla y praliné, un homenaje a la duna de Pilat, o los famosos cannelés caramelizados, éclairs reinterpretados, pasteles para llevar o tartas finas de temporada. Igualmente propone una carta de infusiones o cócteles sin alcohol. Es un lugar donde el gusto se convierte en sensación, donde cada pastel está diseñado como una obra artesanal. Una dirección para descubrir absolutamente y prolongar el viaje sensorial que ofrece el universo Ha(a)ïtza.





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