Religión:

PAPA FRANCISCO: ¡ LA PARTIDA DE UN REVOLUCIONARIO !





Por Paola SANDOVAL, Corresponsal en Europa




CIUDAD DEL VATICANO (EUROLATINNEWS) - El mundo entero se congeló : las campanas de la Basílica de San Pedro han sonado solemnemente, marcando el final de una era. El Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, falleció a los 88 años, dejando un inmenso legado, reformas audaces y un vacío espiritual dentro de la Iglesia Católica. El próximo cónclave ya se perfila como uno de los más importantes de la historia contemporánea, en la intersección de la fe, la diplomacia y las tensiones geopolíticas actuales.

Un Papa de los confines de la tierra.

Cuando Jorge Mario Bergoglio apareció por primera vez en el balcón del Vaticano en 2013 bajo el nombre de Francisco, el mundo descubrió a un hombre de mirada profunda, voz serena y sonrisa discreta. Argentino de origen italiano, de formación jesuita, se convirtió en el 266º Papa de la historia, pero sobre todo, el primer no europeo en acceder al trono de San Pedro en más de un milenio.

Nacido en Buenos Aires en 1936, hijo de un trabajador ferroviario italiano y de una madre ama de casa, Bergoglio creció en una Argentina dividida entre la fe popular, dictaduras militares y flagrantes desigualdades. De sus raíces extrae una empatía visceral hacia los pobres, los marginados, los olvidados. Éstas serán sus mayores preocupaciones.

«Quiero una Iglesia pobre para los pobres», dijo en los primeros días de su pontificado. Un deseo que se convertiría en el fundamento de su misión espiritual y política.

Un pontificado bajo el signo de la reforma

Francisco nunca ha sido un Papa de fachada. Desde su llegada, rompió las reglas: se negó a alojarse en los apartamentos papales, vivió en una habitación sencilla en la Maison Sainte-Marthe, utilizó un coche modesto, calzó zapatos gastados y pidió que rezaran por él. Habla como un igual, incluso ante los más poderosos.

Pero más allá del símbolo, su pontificado habrá sido un pontificado de acción. Inició reformas de gran alcance en la Curia romana, luchó contra la corrupción financiera en el Vaticano, sacó a la luz escándalos de abusos sexuales y pidió perdón en nombre de la Iglesia. Crea una comisión especial para la protección de menores e impone medidas de transparencia sin precedentes.

En el plano teológico, abre el diálogo con los divorciados vueltos a casar, pide que se acoja a los homosexuales «con respeto y delicadeza» e invita a la Iglesia a salir de sus muros para llegar a las periferias humanas.

"El dogma no cambia, pero la Iglesia debe escuchar al mundo que sufre", insistió. Una visión pastoral que le valió la admiración de algunos y la crítica virulenta de los conservadores.





diplomático del pueblo

Francisco fue uno de los últimos grandes mediadores morales en la escena internacional. Abogó vigorosamente por la paz, sin dudar en intervenir entre las potencias. Su papel en el histórico acercamiento entre Estados Unidos y Cuba en 2014 fue elogiado mundialmente.

En el tema de la migración, fue inflexible en su humanismo. Frente a los muros que se alzaban en Europa y Estados Unidos, nos recordaba incansablemente que “cada migrante tiene un nombre, un rostro, una historia”. Visitó Lampedusa, los campos de refugiados en Grecia y los rohingya en Bangladesh. Un mensaje universal.

Su última encíclica, Fratelli Tutti, es una oda a la fraternidad, un llamado a un mundo más unido frente al creciente nacionalismo. Hasta el final, Francisco intentó construir puentes donde otros construían muros.

Una Iglesia en transición, un mundo cambiante

El fallecimiento del Papa Francisco llega en un momento crítico. La Iglesia se enfrenta a una crisis de vocaciones, a un descontento de los fieles en Occidente, a un aumento de las tensiones internas entre progresistas y conservadores y a un entorno geopolítico cada vez más polarizado.

El próximo cónclave promete ser tenso y estará bajo la lupa de las cancillerías de todo el mundo. Porque la elección del próximo Papa no será sólo una cuestión de fe, sino también de equilibrios geopolíticos.

África, en plena expansión cristiana, espera ver surgir a uno de sus cardenales. Asia, especialmente Filipinas y Corea del Sur, donde el catolicismo está en pleno auge, está haciendo oír su voz. América Latina, ya encarnada por Francisco, podría pasar el testigo a un perfil más conservador. Europa, por su parte, está tratando de preservar su influencia a pesar de su declive demográfico dentro de la Iglesia.

Entre bastidores, las tensiones son palpables. El colegio cardenalicio está profundamente dividido. Aquellos que abogan por un retorno a una doctrina más rígida se enfrentan con aquellos que desean continuar con el impulso pastoral del difunto Papa. Los juegos de alianzas, los compromisos secretos, las maniobras diplomáticas ya hacen vibrar los muros del Vaticano.

¿Y después?: La sombra de la duda, la luz de la herencia

¿Quién podrá continuar el legado de Francisco y al mismo tiempo afrontar los desafíos de un mundo fracturado? No es tiempo sólo de sucesión, sino de supervivencia de una Iglesia universal en un mundo secularizado y turbulento.

El nombre del cardenal Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, suena a menudo. Cercano a las comunidades de base, artesano del diálogo interreligioso, sabía encarnar la continuidad. Otros mencionan a Peter Turkson, un experto ghanés en justicia social. O el cardenal Tagle, de Filipinas, apreciado por su gentileza y su profunda fe.

Pero nadie puede predecir el elegido. Se dice que el Espíritu Santo sopla donde quiere. Y el secreto del cónclave sigue siendo absoluto.





Un duelo planetario

En Argentina, las lágrimas corren por las calles de Buenos Aires. El pueblo llora al "Padre del pueblo". Las banderas están a media asta. Los fieles se reúnen en la Plaza de Mayo, donde Bergoglio fue arzobispo. En Roma, miles de peregrinos acuden a la Basílica de San Pedro. Se organizan vigilias de oración en todos los continentes.

“Nos enseñó a amar de manera diferente, a creer de manera diferente, a servir de manera diferente”, confiesa conmovida una monja brasileña. «No era solo un papa. Era un hermano.»

El legado de Francisco no termina con él. Resonará durante mucho tiempo en los corazones de aquellos a quienes tocó con su humildad, su audacia, su bondad.

Última bendición

En sus últimos días, debilitado pero lúcido, Francisco habría confesado a sus allegados: «No he cambiado el mundo. Solo he intentado amar».

Murió como vivió: en silencio, sin pompa, en oración. Su último gesto fue una bendición. No solemne, sino fraternal.

Un Papa se ha ido. Un mundo se cuestiona a sí mismo. Pero una luz permanece.



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